Ateos y maniqueos, o la gnosis de los ignorantes.
Veo que muchos andrajosos de la teología (a-teos) andáis justificando vuestros desaguisados bíblicos con tesis ya más que superadas.
Menuda sorpresa me he llevado al comprobar que intentáis fundamentar el descreimiento desde el maniqueismo hermenéutico, mediante un Dios malo Creador y un Dios bueno Redentor (al que, por cierto, nunca veo en vuestras citas).
Pues bien, para colocaros al nivel que os merecéis, el de un torpe heresiarca del siglo II, os remito al más claro precedente de esta manera de proceder, al que sin saberlo imitáis. Lo que no me queda claro es si tenéis por buenas sus ridículas tesis contra la Providencia y el libre albedrío (asociación mal/materia; imposibilidad de hacer el bien y alcanzar la beatitud en el mundo), su elitismo antropológico (sólo se salva el que alcanza la gnosis), etc., o si sólo usáis sus argumentos retóricamente, como vulgares pedantes y estridentes neófitos que sois.
Diría que lo segundo.
(...)
El recurso de los ateos cuando se ven acorralados es apelar al vacío absoluto de sus creencias. Ellos son los racionales, los que nada creen y sólo hablan de lo que saben, o de lo que creen que saben. Pero, ¿acaso por estar sumidos en una eterna "epojé" metafísica no son responsables de lo que dicen? Porque yo he escuchado a muchos ateos alegar, como base de su descreimiento, "el problema del mal", que por lo demás ya fue planteado por Epicuro en el siglo IV a.C.
Si el Dios de la Creación es malvado porque permite el dolor, idea que os agrada y que no cesáis de repetir, entonces el bien ha de estar en otra parte, ya que de lo contrario ni vosotros mismos podríais juzgar dicha maldad (hay que conocer la luz para anhelarla). Sin embargo, no puede estar en vuestro cuerpo, ya que éste fue creado con el resto del mundo. Así que ha de estar en vuestra alma, "chispa" sagrada de un Dios extraño.
La gnosis es un tema interesante y no pretendo despacharlo de un plumazo. Me basta con demostraros que usáis argumentos que están fuera de vuestro control, de modo que cuando alguien como yo os replica resulta muy difícil que evitéis el ridículo.
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